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Por Andrea Moya
“Historias hay para contar,” como bien dijo Rafi Mercado, el director de “Mi3nt3” y el corto "204".
Pues, ¿por qué no las están contando?
Me pareció un toque poético cuando este domingo, a sólo horas de haber concluido la ceremonia de premiación del Festival Internacional de Cortometrajes Cinears y a sólo unas cuadras del Teatro Beckett, comenzara de rigor el nuevo capítulo de un actual dramón puertorriqueño. Esa noche llegué a mi casa a la 1:30 a.m., mi hermano, estudiante de la UPR, pegado a su computadora me dijo, “Quitaron los portones de la iupi.”
Pero cada tragedia tiene su comedia. La noche siguiente, víspera el paro de 48 horas, la noche cuando estudiantes encapuchados construirían barricadas y enviarían a uno de los suyos al hospital, sangriento y convulsando luego de recibir tremenda paliza de parte de guardias de seguridad más chamacos que él, esa misma noche en el pueblo de Guánica, un alcalde electo por el pueblo de Puerto Rico lideraba una expedición por la antigua Central en busca de nada menos que “la gárgola.”
“Esto es un problema de pueblo,” explicó José “Chemo” Soto, alcalde de Canóvanas, con toda seriedad al grupo de periodistas que se preparaban a seguirlo por la oscuridad. De fondo los quioscos de Ensenada vendían cervezas, frituras y refrescos a la multitud de más de 500 personas que habían acudido al sitio para ser partícipes del espectáculo.
“Dame un frappe de gárgola,” bromeaba una chica con la propietaria del quiosco Frappe Tropical.
Pero cortamos a varias horas más tarde, helicópteros de la policía haciendo rondas, el sonido de sus hélices uniéndose a explosiones de cristales de carros siendo rotos a batazos, consignas e insultos gritados por estudiantes y guardias privados en plena confrontación, mientras las piedras volaban por el aire.
Entre medio de esos dos extremos otras historias insólitas surgían por los cables durante los días antes, durante y después del paro: un político intenta suicidarse (el mismo que una vez fue citado por este diario diciéndole a su esposa que lo dejaba, “Yo te amo, condená") y tiene que ser llevado a Estados Unidos para buscar ayuda siquiátrica, un hombre entra a un restaurante de comida rápida delirando, diciendo que lo van a matar, gritando, “¡Jesús de Nazaret!” solo para morir en el hospital unas horas más tarde, y ni hablar de las historias tanto desgarradoras como alentadoras de niños con condiciones raras y las luchas diarias de sus familias que han sido parte de nuestra serie de “Sueño de Navidad”. Historias únicas, originales, interesantes, verídicas tiene este país de sobra, temas tanto serios como absurdos.
Por eso me pregunto, ¿por qué no habían historias más personales y más fieles a las múltiples realidades de Puerto Rico alumbrando la pantalla del pequeño cine del Teatro Beckett?
“Un cortometraje debe de tener un elemento original, de sorpresa, que te haga reflexionar,” puntualizó Idalia Pérez Garay, actriz y hasta recientemente la Directora del Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, luego de la presentación del sábado. “Había un exceso de violencia que no tiene un propósito. Presentan la violencia por la violencia.”
Solo hay que mirar los cortometrajes que más se destacaron para darle la razón: “Los unos y los otros” de Juanchi González sobre una prisionera siendo torturada como parte de un experimento; “Ráfaga” de Michelle Malley-Campos que sigue el caso de un chica que fue víctima de “date rape”; “Es mejor escucharlo” de Javier Colón Ríos sobre un hijo lidiando con la inminente muerte de su padre; “22 weeks” de Ángel Manuel Soto basada en la experiencia de una chica que tiene un aborto que se complica; y “El Muerto” de Williamson Quintera, una historia violenta y bastante genérica sobre el mundo del crimen en el barrio.
Muchas de las historias que contaron, incluyendo las que están basadas en eventos reales, se sentían más bien como ejercicios para ver lo que podían lograr técnicamente con el medio más que historias que tenían urgencia de ser contadas. Cine por cine. La falta de variedad temática y también la falta de humor—no había ni una sola comedia en todo el festival—para mí es indicativo de cierta cobardía y cierta inmadurez. Lo cual se entiende.
“Esta juventud está buscando un lenguaje de cine nuestro”, expresó Vicente Juarbe, director de la película “Cayo” que también estuvo presente la noche del sábado en Cinears, “pero está siguiendo un modelo equivocado.”
Se refería al modelo de Hollywood, donde el cine es una industria multimillonaria, que tiene sus artistas y sus buenas historias, pero que se protege de esos mismos artistas; ya que hay mejores probabilidades de generar millones de dólares con una secuela de “Transformers” que con una película de Woody Allen. Es una industria que considera estratégicamente las posibilidades de una nominación para el Oscar al momento de crear su presupuesto para películas con pinta de “arthouse”. Hollywood no toma riesgos con su “bottomline”.
En Cinears los cineastas tomaron las misma precauciones. En vez de contar el tipo de historia personal, idiosincrática y ESPECÍFICA que define las mejores películas del cine independiente y “arthouse”, se fueron a la segura con temas “importantes” y oscuros y mucha violencia.
Claro que no puedo hablar por todos los cortos ya que sólo pude ver los del sábado. Pero de los que ganaron el único que me faltó fue “Es mejor escucharlo” (mejor película) y de lo que puedo deducir por el trailer y la sinopsis fue la historia más personal.
“¿Qué quieres decir con los que estás filmando?” urge Pérez Garay que se pregunten. Añadió que miraran a otros modelos, como los cortos europeos, “ricos en caracterización.”
“¿Dónde están las historias de amor?" añadió Juarbe.
Y finalmente, ¿cómo es que un pueblo que le encanta vacilar no produce más comedia?
“Es que la comedia es una cosa muy seria”, dijo bromeando el actor Oscar Guerrero que durante la premiación del domingo estaba representando el corto “El muerto”. Pero son palabras muy ciertas. La comedia, igual que los temas personales, igual que la introspección y la representación de tanto lo absurdo como lo trágico de nuestro país, no son fáciles. Fácil es apuntar una pistola.
Según más específica sea una historia, más universal. Ahora mismo una historia sobre la UPR se entendería en Inglaterra y Francia donde estudiantes también protestan por su derecho a estudiar. El circo que es nuestro gobierno se entendería en Estados Unidos, en Sudáfrica, en Latinoamérica, en fin, cualquier sitio que tenga figuras públicas haciendo el ridículo. Hasta la gárgola encontraría su público internacional, porque legendas pueblerinas hay en todo el mundo.
Ya las destrezas técnicas están, las historias están, el humor está. Escriban de lo que saben. ¿Necesitan ideas? Sigan estos enlaces: www.endi.com y www.primerahora.com.
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